ESTERKU, O CÓMO ROGAR O AGRADECER A LOS DIOSES

 


Ana Teresa Aranguren Uranga.


 

Vinieron, entonces, las aguas que la buena diosa Goima, dejó venir exactamente cuando se necesitaron y en las cantidades que las siembras requerían.

El buen Yivat, calentó la tierra y sin quemar los pequeños brotes, brilló en la proporción que los hiciera crecer fuertes y hermosos.

Las quebradas llenaron sus cauces totalmente sin desmadrarse ni poner en peligro la vida de la gente ni de los animales.  Estos nacieron  y crecieron en abundancia y hubo en los montes alimentos suficientes para ellos y sus crías. Bellos fueron esos tiempos cuando nada faltó ni a la gente, ni a los animales, ni a la madre naturaleza. Tierra y cielo, transcurrieron en perfecta armonía. Ni frío ni calor excesivo molestó a la gente. Las noches fueron claras y sin males por mandato de Yi.  Shispui, estuvo benigno.  Yivat, amable y generoso brilló en el cielo gratificando a todos con su calor vivificante.

En los conucos crecieron con espléndida carga de frutos, todas las plantas que a su tiempo fueron sembradas como semillas o esquejes: las de maíz, dieron tantas mazorcas que ni las incursiones de monos y otros animales, disminuyó lo que la gente necesitaba para su alimentación y más bien sobró para cambiar por otros productos con grupos vecinos.  Caraotas, batatas, yuca, ñame, apio, quinchoncho, todo abundó y la gente comió sin medida como nunca lo había hecho. Los fogones permanecieron encendidos todo el tiempo y sobre las topias, las ollas y budares no dejaron de cocinar alimentos desde cuando Yivat se asomaba al caserío hasta cuando se alejaba a dormir y Yi alegraba los rostros de las mujeres que la amaban devotamente. Y fue tanta la abundancia que la gente ni se preocupó siquiera de cuidar los conucos de las invasiones depredadoras de hormigas, bachacos, venados, loros y otros animaluchos pues hubo comida para todos.

Los cazadores regresaban con numerosas piezas cazadas y apenas si tardaban en sus correrías por los montes y volvían temprano como casi nunca había sucedido.

Una tarde después del regreso de los cazadores, llegó al caserío un grupo de hombres cargados con diferentes productos cosechados en los conucos. Uno de ellos, joven muy conocido por su carácter alegre y bromista, llamado Mahiro adornada la cabeza con ramas de caraotas y flores amarillas y cargado con enormes persogos de mazorca de maíz, gritando y bailando llamó la atención de la gente que, festejando las graciosas ocurrencias del joven, comenzó a rodearlo y al rato se pusieron a seguir los pasos de sus bailes: tres hacia delante, tres hacia atrás. De pronto otro a quien todos conocían como Toronaya lanzó un grito y los demás lo imitaron casi simultáneamente. Las mujeres permanecían expectantes alrededor de los hombres pero cuando Turikía se sumó al grupo, las demás la siguieron y ahora ya no era cada quien bailando por su cuenta sino que, abrazados unos a otros, formaron como un semicírculo que avanzaba tres pasos y retrocedía tres pasos y las mujeres reían estruendosamente cuando los hombres gritaban contagiando los espíritus de júbilo pero al mismo tiempo de gran solemnidad pues lo que había comenzado como una broma del más alegre joven del poblado poco a poco se transformó en una danza en la cual todos expresaban su satisfacción por las buenas cosechas y la abundante caza con que ahora se alimentaban sin preocupación porque faltara para algunos.

Y bailaron sin fatiga hasta que Yi en el cielo se puso sobre el caserío indicándoles que era tiempo de descansar, lo que obedecieron después de consumir las apetitosas comidas preparadas por las mujeres antes de aquella danza improvisada producto de la alegría por las buenas cosechas y la abundante caza obtenidas gracias a Goima, Yi, Yivat, Bedapmanvá y hasta Shispui quien no siempre era bondadoso con la gente sino todo lo contrario.

Pero no terminó ahí la cosa. Temprano en la mañana, cuando ni siquiera Yivat había llegado, un grupo de jóvenes quiso seguir la fiesta y con gritos y risas, despertaron a todos los del poblado y el baile se reinició, a lo que nadie se opuso y más bien, las más ancianas atizaron los fogones y pusieron sobre ellos las ollas llenas de carnes, yuca, ñame y apios. Sobre las brasas colocaron buena cantidad de batatas y probaron la chicha de las tinajas para comprobar si estaba fuerte o si necesitaba endulzarse.

En el patio la gente, adultos, jóvenes y muchachos, hombres y mujeres, ancianas y viejos, bailaban pero ahora algo diferente se había apoderado de ellos como si con la danza estuviesen tratando de expresar su agradecimiento a los dioses que tanto les habían ayudado en ese tiempo con las cosechas y cacerías pero ahora se agregó algo más a la danza: música. Unos muchachos tocaban flautas hechas con carrizo con las cuales se divertían en sus juegos o cuando descansaban al anochecer y un cazador llamado Quinchibi, el más valiente de todos que nunca regresaba al caserío sin algo que comer aunque fuera una iguana, o una paloma, se agregó al baile haciendo sonar su cráneo de venado que, además, lucía una gran carama de cuernos y que él guardaba como muy apreciado trofeo. Con cera de abeja le había tapado los huecos y se distraía haciéndolo sonar pues decía que con ese sonido atraía a otros animales para cazarlos, que con eso era que casi nunca regresaba sin una buena pieza. Así el baile se hizo más completo pues ahora no sólo tenía alegres danzantes, gritos de los hombres y fuertes carcajadas de las mujeres sino que los pasos se daban al compás de la música de las cañas que tocaban los muchachos y el cráneo de venado del cazador.

Bailaban y los hombres cantaban:

Yi nos protege de Shispui.

Yivat nos da vida,

Bedapmanvá nos alimenta.

Protégenos, Yi,

Danos vida, Yivat.

No nos deje pasar hambre, Dapmanvá.

 

Bailaban y las mujeres coreaban:

No nos deje pasar hambre, Dapmanvá.

Danos vida, Yivat.

Protégenos, Yi.

Bedapmanvá nos alimenta.

Yivat nos da vida.

Yi nos protege de Shispui.

Y gritaban los hombres y reían las mujeres.

Con el correr de los tiempos se agregaron más cráneos de venados que se tocaban como valiosos trofeos de los más valientes cazadores que haciéndolos sonar en el baile agradecían a los dioses y a la naturaleza por haberles permitido cazar aquellos ágiles animales que eran el sustento de su gente. También se fabricaron y agregaron más cañas y el baile al que después se llamó esterku se estableció para siempre como una manera solemne de rogar a los dioses buenas cosechas y cacerías así como para agradecer las que los dioses concedían.

 

Ramón Querales (2010). A orillas del principio (Narraciones de origen del poblamiento Ayamán). Editorial Horizonte, Barquisimeto. Pp.91-94.

Glosario de palabras Ayamán

Español

Ayamán

Maíz

Dox

Ahuyama

Hos

Batata

Bi

Caraotas

Sun

Yuca

Togon

Noche

Shispui

Luna

Yi

Sol

Yivat

Topónimo (diosa del ejido, RQ)

Turikía

Baile con música

Esterku

Diosa de la lluvia, aguas

Goima

Amanecer, alba

Siauye

Tierra del sol

Yivatudep

Tinajas

Guayi

 

Bedapmanvá

 

Dapmanvá

 

 

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